sábado, 25 de abril de 2009

Tengo.

Tengo un canto de muerte que se me aferra a la garganta. Tengo una pena tremenda, que no es de nadie y es de todos; que me escuece en los límites y marchita mis sentidos. Si le doy freno destroza el sosiego, si le doy vida desgarra mi paz. Tengo un recuerdo eterno entre los dedos; quiero cuidarlo, quiero olvidarlo. Cómo dejarte sin que estés aquí. Cómo arrancar de este otoño entrante, de este invierno frío; la primavera alada. Quiero más y quiero menos, quiero tu brillo y tu rabia, tu calma y tu risa; que termines la espera. Cómo quedarme con esta pena, con este canto, con esta gana maltratada que difama. Cómo dejarte sin que estés aquí, si ambos sabemos que se perdió el momento perfecto, y que todas mis guitarras se quejan de tu ausencia.

miércoles, 22 de abril de 2009

Bruma.


Bruma que no es pero que sería, ya se me enfrió el momento y medio pálido murmuró: "pasa que me cansé de soñar". Desaparecieron las excursiones, los trenes, las cartas papel arroz y sólo quedaste tú, tan difuso y sin saber que yo te quiero aún más cuando dejas de estar. El día se va acabando y ambos quedamos mirándonos; tú rodeado de luces refulgentes y yo enceguecida y temerosa. Haces de cometas se desmororan de a segundos; quiero volver a verte esta vez.
Bruma que no es, porque sin tu cabello anochecido no queda niebla, ni sinsabores ni noches en vela; pero que tal vez sería, por si algún día decides convertirte en el abarrote de mi despecho, y dejas de regresar.

domingo, 19 de abril de 2009

Cuento corto II.


Cada día se levantaba con los ojos cristalinos y los labios resecos, víctima de sus sueños más fríos y lejanos como el mismo invierno. El pelo enmarañado, la camisa holgada, la lluvia que empañaba los vidrios de su cuarto. Muchas veces lloraba ahogada agarrándose el pecho con ambas manos, entre gemidos y canciones tristes. Muchas tardes se encerró entre las cuatro paredes de su dormitorio, aferrada al velo del pasado y a las memorias que sangraban sus pies.

Así pasaron las estaciones. Primavera, verano, otoño. Y volvió otra vez el invierno. Ya no sufría tanto; sólo pequeños retazos de su antiguo dolor, llantos esporádicos y canciones menos restregadas en la melancolía. Un día se quitó la camisa holgada, y descubrió que en su espalda ya no había nada; ni ex-novios, ni violonchelos, ni e-mails releídos todos los días. Entonces se peinó el cabello, se lavó la cara, y siguió lloviendo.

miércoles, 15 de abril de 2009

De la melancolía.

De la melancolía salió tu nombre, y arrastraba tras sus pies el pasado grisáceo de mis sentires. De la melancolía se escapó; incrustándose de las estrellas que al caer dejaron tan oscuro este cielo. Me pides un beso y te escondes. Te tomo la mano y me estrello; tu carácter escurridizo, el voluble roce de tus dedos. De buena o de mala gana, yo te amo estando o no. Te amo inquieto e ido. Te amo escueto y maldito. Pues de la melancolía nació tu nombre, y si tú no mueres con ella, si tú no das media vuelta; qué hago yo aquí sentada, qué haces tú entre mis letras.

domingo, 12 de abril de 2009

Cuento corto.

Eran dos y se amaban. Tanto, tanto, tanto. Él se intoxicaba de Shakespeare cada vez que le recordaba. Ella lloraba cuando no le veía pasar frente a su casa, con un ramo de rosas blancas y la sonrisa resplandeciente. Se quisieron por tres años y cuatro días; hasta que él partió a la guerra y la dejó con el corazón partido en cuatro sobre la almohada desgastada. Juraron reencontrarse, ella llorando más que nunca y él citando a Romeo con un nudo en la garganta.

Pasaron los años. Él se equivocó de día y ella de mes, y así fue como se quedaron sin final feliz.

Que no me duela.


Que no me duela el dolor, y mucho menos la nostalgia; tu risa inmerecida color márfil, el otoño que cae sobre mis brazos. Que no me alcance cúpido ni el demonio de tus ojos, que no me convenza, que no me juzgue, que no me duela jamás. Que no me recuerde cómo eran tus aires de aturdido antes de media noche, antes de que te dieras vuelta y me dejaras entre multitudes con las manos rotas y la voz chillona; "qué conciencia que queda después de tu partida".

sábado, 11 de abril de 2009

Retazos de ciudad.


Pronto volverán los retazos de ciudad
el crimen organizado de tus manos y tu cuerpo
las ganas locas de trepar por los faroles
olvidar que te olvidé
y recorrerte hasta la sombra.

Pronto volverán las calles frías
reticentes
y salpicadas de desamores;
reír sin saber de risas
llorar sin saber de lágrimas
o simplemente cansarme
de evocarte tanto en la mente
entre cafés
y demás.

Es que casi me morí de pena
y cerré mis heridas burdas e intranquilas
con una fuerza exagerada;
y los retazos de ciudad
se opacaron
y murieron
y quedaron atrás.

Te esperé tantos años,
y vienes ahora.

miércoles, 8 de abril de 2009

Continente.

Recuerdo cuando decías que África era tuya y te dolía amarla. Sus tambores se fundían con tu voz y la piel mostaza con tu vida. Recuerdo cómo le contemplabas bajo la lluvia cálida que nos cubría a ambos; yo detrás de un viejo tronco y tú observando el cielo con expresión melancólica. El paisaje se tornaba borroso y medio turbado, mas tú seguías con la vista fija y las pestañas regadas de memorias. Tu boca estaba empapada de blasfemias y amores sin corresponder. Yo cansada de tanto andar. África soltó su llanto protestante con furia desmedida y tú desapareciste, tras la manada de elefantes grises y salvajes que traía entre sus manos. Recuerdo cuando me aferré al árbol temerosa de tu dolor y oí por última vez la voz ronca que brotaba de tu garganta: "Incluso corriendo llegaste tarde", dijiste. Entonces me supe tuya y, acorralada, me dieron ganas de llorar.

Jv.

viernes, 3 de abril de 2009

Empero que te espero.

Empero que te espero, a pesar de que estoy triste y demasiado serena; el sol sale antes de lo conveniente y yo hundo la nariz en mis largas pruebas coeficiente dos. Empero que te espero, esté donde esté tu cuerpo y vuele por donde vuele tu mente. El pan con té es dulce si lo como despacio, mis palabras calan suave si las pronuncio lento; empero que te espero, que si no te espero, deja de ser piadosa la mentira. Que si no hay empero, entonces no hay ni verso ni ganas de correr.

Empero que te espero.